Ni las decenas de miles de firmas en contra, ni siquiera un ataque de buen gusto a última hora... Nada impidió que Telecinco celebrara ayer su particular y macabro segundo aniversario de la tragedia del Vuelo JK5022 de Spanair.
Después de todo el bombo sin platillo que le habían dado al estreno de la miniserie, anoche sólo pudieron apuntarse un dato de audiencia tan sanguinario como discreto. Un 11 por ciento para la primera parte de Vuelo IL-8714 y un 10 por ciento con la emisión del documental adjunto, estilo Hormigas Blancas pero en Barajas (Hornigas Barajas creo que se llamaba). Tengo que confesar que allí estaba, pegado al televisor y armado con un paquete de kleanex y un cuenco lleno de palomitas de maíz (puestos a hacer publicidad).
Por nada del mundo podía perderme la maratón que la cadena de Fuencarral iba a ofrecerme sobre la mayor catástrofe de la aviación comercial española. No me lo podía perder porque desde pequeñito me han enseñado a mirar cuando hay un accidente y a pararme para charlar amigablemente con los demás curiosos que también han acudido al olor del morbo. Lo cierto es que aprendí en casa a volar como un ave carroñera, por ejemplo, cuando mi padre sólo conducía despacio si al otro lado de la carretera estaba la Guardia Civil o si había ambulancias y coches accidentados.
Somos así, un país de morbosos. Salivamos cuando oímos sirenas y movemos el rabo cuando vemos una manta térmica. Telecinco lo sabe y juega con nosotros. Lo malo es cuando juegan también con los sentimientos de los afectados por una desgracia como esta. Afectados que además le pidieron expresamente a Telecinco paralizar la emisión de la tvmovie con Carmelo Gómez como el nuevo Grissom español. O por lo menos esperar hasta que un juez diga la última palabra sobre las responsabilidades de un suceso de tal magnitud.