Cuando Bibiana Aído, responsable del desaparecido Ministerio de Igualdad, hizo uso de la diferenciación “miembros y miembras” tuvo que sacar el paraguas para mitigar el chaparrón de críticas. Por un lado, estaban los puristas del idioma y la economía del lenguaje tachándole de cateta y, por el otro, los puretas de la sociedad que se creían asistiendo a un anacronismo sufragista.
El empleo de la doble forma responde a una demanda del lenguaje integrador. De hecho, si acogemos los principios de esta forma de expresión que trata con equidad lingüística la dualidad de género, la forma correcta hubiera sido “miembras y miembros”. Poco a poco, este lenguaje igualitario ha ido integrándose en el discurso político de la socialdemocracia y su evolución es el fiel reflejo de como han ido sumándose las conquistas de la mujer en un mundo que ha sido el monopolio de los hombres hasta hace dos días.
La emancipación doméstica, la igualdad salarial, el acceso a esferas profesionales vedadas, el respeto a la mujer como figura de autoridad... Todo forma parte de un abanico de vindicaciones conquistadas por el feminismo, del que no puede quedar excluido la sustitución de un lenguaje sexista por uno no discriminatorio. Por tanto, esta diferenciación no era el capricho gratuito de una ministra, sino que respondía a la necesidad de otorgarle visibilidad y transversalidad a la problemática machista.
Las claves de este uso no discriminatorio del lenguaje pasan, entre otras cosas, por sustituir el masculino que actúa como genérico en el idioma por otro tratamiento totalizador. Es decir, en lugar de referirnos a los “discapacitados” podemos emplear la expresión “personas con discapacidad”. Esta tendencia androcentrista es la misma que apuesta siempre por el hombre y no por la humanidad.
Asimismo, hay que prestar atención a determinados usos sociales como el de “señorita”, pudiendo prescindir de este apelativo que responde al estado civil y emplear por norma“señora”. Igualmente, en el ámbito profesional podemos evitar situaciones sexistas con la feminización (la jueza y no la juez). Y si al final no sabemos qué hacer, siempre nos quedará la @.
Yo me quedo con los epicenos que, en la mayoría de los casos, son femeninos.
ResponderEliminarRUTH: pero qué divinos los epicenos aunque yo siempre he sido más de palíndromos ;)
ResponderEliminarGracias por fomentar el lenguaje integrador, por ayudarnos a comprender mejor la realidad de tod@s, y no solo de algun@s. Gracias!!
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