La construcción de roles es un proceso que involucra a diferentes agentes sociales. Así, desde nuestra más tierna infancia el patriarcado va ofreciéndonos modelos de conducta que copiamos y repetimos hasta la saciedad. Además, durante la construcción de una identidad el individuo recibe un legado cultural que incluye una serie de códigos. Estos, al ser asimilados, permiten desarrollar un sentimiento de integración. Es decir, para pertenecer al grupo hay que comportarse siguiendo unas normas establecidas de acuerdo a las leyes naturales y al sentido común.
No obstante, en el transcurso de nuestra socialización no sólo asimilamos las maneras de las personas de nuestro entorno (de la familia y del colegio principalmente). Paralelamente, existe una gran influencia de los media, que operan en el seno de la cultura. Dicho de otra manera, las películas de Disney son decisivas a la hora de determinar cuestiones como el género y definir qué es masculino en contraposición a lo femenino.
Hasta la aparición de heroínas como Pocahontas o Mulán, Disney concebía a la mujer como una desgraciada Cenicienta que espera a ser salvada por un príncipe. Esta planteamiento argumental forma parte de la narrativa del deseo, la manera de contar las cosas que predomina en Occidente. Es como si todas las historias fueran como una película de James Bond: un hombre, un objetivo y en su camino una mujer florero. En este sentido, es preocupante como se estira al máximo la feminización del cuerpo de la mujer especialmente en las películas dirigidas a público infantil.
Poco a poco, os he traído a las puertas de la heterodesignación, un elemento clave para entender el funcionamiento del patriarcado y su larga supervivencia. Según Simone de Beauvoir, que identificó el fenómeno, el varón heterosexual, en la cúspide de la pirámide social, se encarga de dictaminar los usos sociales al mismo tiempo que trata de preservar su supremacía. La heterodesignación afecta a todos por igual y define una sociedad con una mujer vulnerable y receptora y un hombre valeroso y aventurero. Las mujeres están llamadas a ser madres y los hombres a salir de casa en busca de fortuna. Ellas serán afectivas y cariñosas. Ellos rudos y no podrán derramar una lágrima.
De esta manera tan sutil se niega la afectividad a los hombres (los chicos no lloran), mientras las mujeres son condenadas a vivir en un cuerpo definido por las curvas.
Aún hay gente que se sorprende al saber que en casa cocina mi marido. Es que yo no sé, ni quiero saber.
ResponderEliminarYo pienso que la sociedad sigue siendo machista. Las mujeres, hemos empezado solo hace unos años a defender lo nuestro y que no solamente se nos considere un trozo de carne. Pero aún, hay gente que piensa que las mujeres solo valen para estar en casa, y cuidar de los hijos. O como has puesto como mujer florero y exclava del marido.
ResponderEliminarLa frase que yo siempre digo ante estas reflexiones que: Que si Dios hizo a la mujer la segunda, fue por que el primero (el hombre) no le salió perfecto.
Un dato curioso, hace un año leí que unos científicos japoneses habían logrado fecundar un óvulo con otro óvulo. Sin necesidad del esperma. La humanidad no no lo verá por el peligro que tiene el planeta a largo plazo, pero podría llegar a pasar que el hombre desapareciera, con esa técnica, ya que los hombres ahora mismo en la función que desempeñan en la naturaleza, sólo sirven para fecundar.
Saludos =)